«Jehová, la habitación de tu casa he amado, y el lugar de la morada de tu gloria» (Salmo 26:8).
La presencia del Eterno es un refugio, un lugar de paz y armonía donde encontramos consuelo y fortaleza. Tal como lo expresó el rey David en el Salmo 16:11: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre”.
El rey Salomón, en su sabiduría, también reconoció la magnificencia de la presencia del Señor. En 2 Crónicas 7:1-3, se relata cómo “cuando Salomón acabó de orar, descendió fuego del cielo, y consumió el holocausto y las víctimas; y la gloria del Señor llenó la casa”. Este es un hermoso recordatorio de que la presencia de Dios puede llenar cualquier espacio del corazón, transformándolo en un lugar sagrado.
Cada uno de nosotros tiene la invitación de buscar y disfrutar de la presencia del Señor. Como se menciona en el Salmo 24:3-4: “¿Quién subirá al monte del Señor? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón…”. La integridad y la pureza de corazón son las llaves que nos abren la puerta a la presencia del Señor.
Por lo tanto, al igual que David y Salomón, estamos llamados a buscar la presencia del Señor, a disfrutar de su plenitud y a vivir en armonía con Él. En su presencia encontramos la verdadera paz, el verdadero gozo y la verdadera plenitud. ¡Qué privilegio es poder entrar en la habitación de la casa del Eterno y disfrutar de su presencia!