«Este es el testimonio de Juan, cuando los Judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: ¿Tú, quién eres?» – Juan 1:19.
El testimonio de Juan fue firme y sin vacilaciones, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas para que le preguntasen: “¿Tú, quién eres” – Juan 1:19. Fue una pregunta directa hecha por los enviados de los judíos a Juan en su lugar de residencia, el desierto. Juan, el último de los profetas del Antiguo Testamento, era uno de los más reconocidos y respetados por su pueblo, Israel.
Sin embargo, Juan confesó sin negarlo: “Yo no soy el Mesías”. Esto condujo a más preguntas: “¿Eres tú Elías?” A lo que respondió: “No soy”. “¿Eres tú el profeta?” A lo que también respondió: “No”. Le dijeron: ¿Pues quien eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron ¿Qué dices de ti mismo?Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». – Juan 1:20-23.
En resumen, para cada uno de los llamados a cumplir la misión de anunciar al Mesías, es imperativo afirmar unánimemente que el Mesías vino para proclamar el reino de los cielos y otorgarnos eterna salvación.