«Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos…» (Hebreos 11:1,2).
La fe, uno de los tres pilares espirituales más grandes, permanece hasta el día de hoy.
Este don celestial nos permite vivir con rectitud y superar las adversidades del mundo. Sin fe, sería imposible para el justo afrontar los desafíos de la vida actual.
La vida del patriarca Abraham es un reflejo de esta fe. Él es un ejemplo de fe y obediencia. Según Hebreos 11:1-2, la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve. Abraham encarnó esta definición, creyendo en las promesas de Dios, incluso cuando parecían imposibles desde una perspectiva humana.
Abraham dejó su hogar y su familia, confiando en la promesa de Dios de una tierra y una descendencia numerosa, “como las estrellas del cielo y como la arena en la orilla del mar”. A pesar de las pruebas y tribulaciones, mantuvo su fe en Dios. Esto demuestra que la fe es creer en Dios y confiar en Él en todas las circunstancias.
Por lo tanto, la fe de Abraham es un ejemplo para todos nosotros. Nos recuerda la importancia de confiar en Dios y mantener nuestra fe, sin importar los desafíos que enfrentemos.