Anunciando el Evangelio

Las misiones, en el contexto de la Gran Comisión, se refieren a la labor de llevar el mensaje del Evangelio y cumplir la misión encomendada por Jesús (el Mesías) a sus discípulos de hacer discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19-20). Este concepto implica enviar y movilizar a discípulos a diferentes partes del mundo para compartir el amor de Jesús, enseñar la verdad de la Escritura Sagrada (la Biblia) y colaborar en el crecimiento de comunidades de fe en diversos contextos culturales.

El objetivo central de las misiones en la Gran Comisión es transformar vidas y comunidades a través del poder del Evangelio. Estas misiones pueden ser desafiantes debido a las diferencias culturales, lingüísticas y socioeconómicas, pero también ofrecen la oportunidad de experimentar el poder de Dios Padre y ser testigos del impacto transformador del mensaje del Evangelio en las vidas de las personas en todo el mundo.

Como propuso el apóstol Pablo a la Iglesia del Señor Jesús, y que se sigue aplicando en las misiones: orar, dar e ir.

Orar: El poder de la oración es fundamental en la obra misionera. Es el motor que impulsa una labor misionera efectiva. Tanto los misioneros como quienes los apoyan deben comprometerse fervientemente en la intercesión por los campos misioneros, los trabajadores y las personas que aún no conocen a Jesús, el Mesías. Según el libro de los Hechos de los Apóstoles, la oración no solo conecta a los creyentes con Dios Padre, sino que también abre puertas y prepara el terreno para la expansión del evangelio en lugares lejanos.

Dar: El segundo pilar de las misiones es el aspecto financiero, destacando la importancia de contribuir generosamente para respaldar la obra misionera. Los recursos financieros son esenciales para enviar misioneros, traducir la Biblia, establecer iglesias y satisfacer las necesidades de las comunidades en todo el mundo. Pablo animaba a los creyentes a ver su responsabilidad en financiar la obra misionera como una inversión eterna en el reino de Dios.

Ir: El tercer pilar se refiere a la necesidad de enviar y apoyar a misioneros que van a lugares donde el evangelio no ha sido proclamado. La Gran Comisión, dada por Jesús en Mateo 28:19-20, es un mandato para que todos los creyentes se involucren activamente en la difusión del evangelio. Este mandato implica obedecer e ir como misioneros, ya sea a nivel local o internacional, y estar dispuestos a sacrificar la comodidad y seguridad en favor de la expansión del reino de Dios Padre.

En resumen, todos los seguidores de Jesús (el Mesías) estamos comprometidos a cumplir la Gran Comisión de “ir” y predicar el evangelio a toda criatura, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Marcos 16:15; Mateo 28:19).

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