Tener fe en medio de las pruebas puede ser difícil, pero no imposible. Yeshúa Ha Mashiach (Jesús, el Mesías) dijo: “Para el que cree, todo es posible” (Marcos 9:23-24, RVR 1960). Jesús le dijo: “Si puedes creer, al que cree todo le es posible”. E inmediatamente el padre del muchacho clamó: “Creo; ayuda mi incredulidad”.
En otro caso, el Señor le dijo a María, la hermana de Lázaro: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (Juan 11:40).
Y así también aconteció: «Y cuando entró en la barca, sus discípulos le siguieron. Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía. Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza. Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?» (Mateo 8:23-27).
En este pasaje, Jesús y sus discípulos están en una barca en medio del mar cuando se desata una tormenta violenta. Mientras la tormenta azota y las olas amenazan con hundir la barca, Jesús está durmiendo tranquilamente. Los discípulos, asustados, despiertan a Jesús y le piden que los salve. Jesús les reprende por su falta de fe y luego se levanta, reprende la tormenta y el mar, y todo se calma instantáneamente.
En resumen, la fe es como un grano de mostaza»…diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.» Mateo 17:20.