Hemos estado aprendiendo sobre la mayordomía durante mucho tiempo, con un enfoque particular en la financiera. Esta se centra en la administración de todos los recursos que el Dios Eterno nos ha confiado, tal como se nos enseña en las Escrituras. Reconocemos que Dios es el propietario de todo y que somos llamados a administrar con sabiduría y fidelidad los dones que Él nos ha otorgado, incluyendo nuestro tiempo, talentos, recursos financieros y más.
El objetivo de la mayordomía financiera es saber cómo administrar, mantener y proteger nuestro patrimonio, que incluye activos financieros, objetos valiosos, riquezas, entre otros. Sin embargo, en el contexto de la mayordomía familiar, entendemos que nuestro primer patrimonio es, en general, la familia. Por lo tanto, debemos cuidarla, protegerla y sustentarla. Esta fue la misión encomendada por el Dios Eterno al primer hombre, Adán y a todos los demás hombres.
Por lo tanto, la mayordomía familiar no sólo implica la administración de los recursos materiales, sino también la protección y el cuidado de nuestro patrimonio más valioso: nuestra familia. Es un compromiso que va más allá de lo financiero y se extiende a todos los aspectos de nuestras vidas. La enseñanza a través de la experiencia personal es un enfoque que valora las lecciones aprendidas por medio de nuestras propias vivencias. En el contexto de la mayordomía familiar, esto se traduce en compartir conocimientos y experiencias sobre el matrimonio y la gestión familiar. Específicamente, los ministros casados, formados por un varón y una hembra según el contenido bíblico, pueden proporcionar una perspectiva única y valiosa basada en sus propias experiencias y batallas familiares; tanto las victorias como los desafíos, para ayudar a otros a navegar por sus propios caminos de mayordomía.
En resumen, la mayordomía familiar no sólo implica administrar recursos, sino también compartir estas experiencias para beneficiar a otros. De esta manera, la mayordomía familiar se convierte en un viaje compartido de aprendizaje y crecimiento, donde cada uno puede aprender de las experiencias de los demás. Su sabiduría y conocimientos no sólo benefician a su propia familia, sino también a la comunidad en general, promoviendo un estilo de vida de generosidad, sabiduría y amor.
Para ilustrar este concepto, podemos recurrir a varios versículos bíblicos que se alinean con este tema:
- 1 Pedro 4:10: “Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”.
- Génesis 1:28: “Y los bendijo Dios, y les dijo: ‘Fructificad y multiplicaos, llenad la tierra y sojuzgadla y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra’”.
- Génesis 2:15: “Tomó, pues, Jehová al hombre, y lo puso en el huerto de Edén para que lo labrara y lo guardase”.
- Lucas 16:10: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto”.